Los promotores de las siempre fracasadas utopías pierden el poder después de uno o dos intentos por implantarlas, logrando siempre algo sorpresivo: que la Nación nunca evalúe en concreto las dimensiones del fracaso utópico y que la utopía misma nunca pierda su vigencia, credibilidad e incluso su superioridad moral. semana.com/opinion/articu…
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